Artículo de opinión escrito por Nestor Goicoetxea, Decano del COIIB y publicad en El Correo el día 9 de junio de 2016
- Fuente:
- COIIB
- Tema:
- Política Industrial
- Fecha Noticia:
- 10/06/2016
Dijo bien el lehendakari Urkullu el pasado año cuando fijaba en 2020 la «meta» para una recuperación de Euskadi a situaciones previas a la crisis, y eso que no contaba con el práctico año inutilizado 2016, que arrastra el Estado por mor de la incapacidad de sus políticos para formar gobierno estable. Yo mismo, quizá curándome en salud, en unas líneas publicadas en este mismo medio y por esas mismas fechas, sugería el año 2023 como objetivo para alcanzar un nivel industrial similar al de 2007-2008.
¿Por qué aludía expresamente a la necesidad de recuperar el nivel industrial? Por la sencilla razón de que una efectiva situación económica que soporte una sociedad de bienestar digno se apoya en una actividad industrial sólida, tecnológicamente elevada y competitiva ante los mercados globalizados actuales, al margen de las oscilantes burbujas de la construcción o el turismo.
La industria, además de proporcionar un empleo más estable y de superior nivel, demanda unos servicios complementarios de similar calidad que crean un fuerte efecto multiplicador, frente a la construcción y el turismo que suponen con frecuencia temporalidad, inestabilidad y menores exigencias formativas y, en definitiva, actividades que requieren para su desarrollo de un empleo más volátil y de peor calidad.
Desde nuestro Colegio de Ingenieros Industriales de Bizkaia, Coiib, y a través del proceso de visado de proyectos, tenemos una inmejorable perspectiva para apreciar el desarrollo de los acontecimientos: el descenso imparable de la inversión a partir de 2007 que llegó a su punto más bajo en 2014, quedando en menos de un tercio de la inicial, así como el inicio de una suave mejoría el pasado año, que a pesar de las circunstancias comentadas, parece proseguir en el actual. Dependiendo de la perspectiva más o menos optimista sería, por consiguiente, entre esos años señalados de 2020 a 2023 el momento de afirmar que hemos recuperado nuestra situación anterior. Pero tampoco debemos pensar que todo eso lo vamos a conseguir sin esfuerzo, parodiando a Winston Churchill, que para poder vencer al nazismo solo prometía sufrimiento a sus paisanos, la superación de la crisis no va a ser un camino de rosas.
Recientemente hemos visto cómo la baja demanda mundial, el dumping de los países de bajo coste y la reducción en la extracción de hidrocarburos hace tambalear a nuestra industria siderúrgica, ya actualizada tras las duras reconversiones de los años 80. Será necesario el apoyo de los trabajadores, las empresas y las instituciones públicas para reconsiderar esta imprescindible base industrial y, si es preciso, buscar con rapidez actividades tecnológicamente alternativas. A los jóvenes les diría: no esperes, fórmate, eso no te lo quitará nadie y luego innova, innova sin cesar, así saldrás de la mediocridad, si antes no te han sacado del mercado los propios mediocres.
Puede también causar cierta decepción la consideración de que el crecimiento de Euskadi el pasado 2015 y el que posiblemente será en 2016, sea ligeramente inferior al total del Estado, medido en porcentaje del PIB. Es preciso saber interpretar correctamente los números: partiendo de un nivel netamente inferior, como es el total del Estado, es lógico que una mejora suponga porcentajes aparentemente importantes. El proceso industrial es posible que no facilite desmesurados resultados coyunturales, pero supone un crecimiento sostenido y sólido que debemos impulsar.
El mundo desarrollado se está poniendo las pilas para progresar en lo que se denomina industria avanzada, es decir, en la aplicación de todas las herramientas que las nuevas tecnologías nos ofrecen, con objeto de encontrar nuevos productos y diseñar procesos más competitivos en calidad y coste. A todo el mundo le suenan expresiones como el internet de las cosas, las redes inteligentes, la impresión en 3D, la realidad aumentada o la robótica colaborativa. También el futuro nos demandará nuevos productos, a los que nuestra industria deberá aportar sus componentes para, entre otros, los vehículos eléctricos y autoguiados, el desarrollo eólico y fotovoltaico, la biomedicina, los servicios y equipos para el ocio, la asistencia y/o el cuidado de la población mayor de 65 años, tercera edad o segunda juventud como algunos prefieren llamar; además de para nuevos sectores de expectativas de desarrollo rápido como la robótica industrial y de servicios. Toda la sociedad debe ponerse a ello: inversores industriales, tecnólogos y trabajadores, la juventud, las administraciones y las universidades y escuelas. El futuro industrial, ya hecho presente, hay que tomarlo como un objetivo prioritario común.
Es en este escenario y en estos pocos años que tenemos de margen, donde a las nuevas generaciones de ingenieros industriales les corresponde de forma destacada investigar, innovar y aplicar con todos los medios y conocimientos a su alcance para que la aportación de la industria en Euskadi al PIB vuelva a ser el 25% o incluso superior, como lo fue en el pasado. Pero ahora con un nivel tecnológico mucho más alto y similar al de esos países con los que nos queremos comparar.
NESTOR GOIKOETXEA
DECANO DEL COLEGIO DE INGENIEROS INDUSTRIALES DE BIZKAIA